jueves, 25 de junio de 2009

Dream Theater - Black Clouds & Silver Linings


Look in the mirror
What do you see? The shattered fortress That once bound me

Hay dos tipos de fans de Dream Theater: los elitistas que se quedaron conformes hasta Scenes From a Memory y los que prefieren el sonido que la banda comenzó a desarrollar a partir de Six Degrees of Inner Turbulunce. Los primeros, no importa qué, dirán que cualquier nuevo disco de esta agrupación es intrínsecamente malo por el simple hecho de que no suena a Images and Words o, en el más benevolente de los casos, a Awake. Los segundos pueden quedar inconformes con la progresión en el sonido de la banda, pero tienden a aceptar las nuevas propuestas del grupo. El ejemplo más inmediato lo tenemos en Systematic Chaos, un álbum que supuso una disputa entre ambos bandos de fans. Los elitistas dijeron que ése fue el peor disco de Dream Theater, ya sea porque coquetearon con el thrash metal o porque simplemente no fue un Images and Words reloaded. Por un lado no es de extrañar que algunos seguidores del grupo anhelen una entrega parecida a ese álbum, que después de todo es una de las joyas del metal progresivo de nuestros tiempos. Por otro, es realmente una pena que este sector dogmático no pueda apreciar las propuestas que Dream Theater nos hace cada dos años. Para ellos cada disco nuevo es el peor: le pasó a Octavarium, a Systematic Chaos, y le pasa también a Black Clouds & Silver Linings y le pasará al próximo.

De cualquier forma éste fue un regreso muy esperado, no sólo porque algunos deseaban que la banda volviera a sus orígenes, sino porque también el disco pone fin a la Twelve-Step Saga donde se relata el alcoholismo y la recuperación de Mike Portnoy. El álbum ya era prometedor desde el inicio, pues cuenta con pocos temas y la mayoría de una duración considerable, por lo que había pocas posibilidades de sacar un single comercial. Por otro lado, si en Systematic Chaos experimentaron con los sonidos más fuertes, aquí vemos un Dream Theater más melódico e interesado por la búsqueda de las texturas, sin dejar atrás lo característico de la banda, como lo son esos complejos pasajes instrumentales. También es de destacar - y aquí empiezan los peros - la calidad de las letras, que en cada álbum son peores: van desde lo absurdo, incomprensible, inverosímil, hasta la franca cursilería.

Así pues, este disco abre con un tema sumamente potente, como lo es A Nightmare to Remember. La canción causó polémica desde el primer momento. Hay quien dice que este track es una copia de Opeth, y una muy mala. El trabajo vocal de James LaBrie siempre es muy criticado - lo que es totalmente injusto, sindo él un referente inmediato e inevitable a la banda -, pero en este caso lo que parece veradaderamente extraño es cuando Mike Portnoy toma las riendas de la canción haciendo de una voz profunda y agresiva. Algunos dicen que se trata de un intento de hacer growls. A mi entender es demasiado pretencioso comparar lo que hace el baterista con lo que puede lograr un maestro como Åkerfeldt, porque ni siquiera pretende hacer uso de una voz gutural. De hecho el único crimen conceptual-lógico de este performance vocal es la estrofa que canta Portnoy, ya que no resulta demasiado verosímil o al menos congruente que un hombre rabioso esté diciendo It's a blessing no one died by the Grace of God above everyone survived (roooooaaaar!!), aunque posiblemente se trataba de un simple cristiano con la voz muy ronca. Por lo demás, ésta es una de las canciones más logradas del disco.

Lo que sigue es el primer single del disco. A Rite Of Pasage viene a confirmar lo que ya decíamos en un principio sobre las letras. Una teoría que explique el porqué del concepto de la canción es que John Petrucci leyó en una sola semana todos los libros de Dan Brown, porque el tema habla de un rito realizado por una comunidad secreta, quizá del sionismo internacional o posiblemente de una conspiración judeomasónica. Más allá de eso, me parece que éste es uno de los singles más sólidos de Dream Theater. El estribillo es simplemente brillante, pero el punto cumbre es, sin duda alguna, el solo a la mitad de la canción, que combina la maestría de Petrucci y unos sonidos muy interesantes que Jordan Rudess logra crear.

El tercer track es una balada que tiene un gusto a ese viejo Dream Theater del que tanto se habla. Wither es un exorcismo para el artista, pues su temática gira en torno al bloqueo de escritor. De inicio se sabe que las baladas no son el fuerte de esta banda - con las excepciones de Another Day, Space-Dye Vest y Hollow Years -, pero ésta es por sí misma una pieza muy interesante y que seguramente agradará a muchos fans de antaño. Mención aparte menciona el solo de guitarra, que es un tributo a Brian May. De hecho, lo que sigue del disco rescata de manera vívida y sumamente audible las grandes influencias de la banda.

A continuación comienza el tema más polémico del disco: The Shattered Fortress. En pocas palabras, este esperado final de la Twelve-Step Saga es un medley de las canciones anteriores. El alcohólico explora su pasado y mira en retrospectiva todos los pasos que tuvo que dar para llevar al momento culminante de su recuperación. No se trata de un copy-paste descarado, sino que rescata dentro de sus riffs originales momentos clave de los tracks anteriores. No hay duda de que ésta fue una apuesta arriesgada por parte de Portnoy. Muchas personas esperaban un tema completamente original para cerrar esta saga y quedaron decepcionadas. Por sí sola esta canción no aporta demasiado, pero vista como un conjunto - como lo que realmente es esta saga - es muy buena, ya que sirve como una ligadura que redondea el concepto detrás de una historia que se ha venido desarrollando a lo largo de cinco discos. Ahora sólo falta esperar que Dream Theater se decida a tocar en un concierto toda la saga, en lo que será uno de los momentos cumbre de esta banda.

Regresando al tema de las influencias musicales, nacida del tan famoso sonido de Rush, llega una de las mejores canciones del disco y de toda la discografía de Dream Theater. La historia de The Best Of Times es triste, ya que es un homenaje que Portnoy le rinde a su padre, quien murió de cáncer. Se dice que él le cantó la canción en su lecho de muerte. A partir de esa experiencia lo único que se puede esperar es un tema lleno de sentimiento y emociones. Dream Theater no ha fallado en esa tarea, ya que nos entregan una canción de trece minutos que se caracteriza por ser muy melódica y con gusto al rock progresivo que practica Rush. La letra es un tema aparte. Es cierto, la muerte de un padre puede desestabilizar a cualquier persona y devenir en la creación de un texto sentimental, pero en honor al arte, el punto más débil de esta canción es la cursilería que destila, que se queda en lo anecdótico, el cliché y el lugar común. En fin, esto puede ser perdonado si tenemos en cuenta que Dream Theater no es una banda de poetas, sino de hombres que intentan hacer lo mejor que pueden y en esta canción lo logran de manera sobresaliente. Por otro lado, John Petrucci ha sido siempre muy criticado por ser un guitarrista demasiado técnico y sin feeling. En esta canción les cerró la boca a todos. Lo que culmina el track es un solo de guitarra tremendamente emocional que es lo mejor que ha hecho Petrucci en su carrera, hands down.

The Count Of Tuscany es la canción que cierra el disco, la más larga, genial y absurda de todas. Se extiende más allá de diecinueve minutos y se define como uno de los temas más épicos y sublimes en la discografía de Dream Theater. Nuevamente el único problema de la canción es la letra, que sabrá Dios de qué trata: algo sobre un conde de la Toscana que es fanático del vino y que cuenta una historia sin mucho sentido. Más allá del apego de Petrucci por las sustancias opiáceas, sólo queda decir que esta canción lo tiene todo. Abre con un pasaje instrumental de más de tres minutos, algo que ya se ha vuelto típico en esta banda. La primera parte de la canción es muy potente y cuenta con un estribillo destacable, quizá el mejor de todo el disco y uno de los más brillantes que han logrado hacer. Lo que sigue es un tributo a Pink Floyd que Jordan Rudess se encarga de hacer mediante el uso del continuum, ese extraño instrumento que usa también al inicio de Octavarium. Para finalizar tenemos una sección acústica y de gran melodía que explota de una manera muy bella y que es cantada de manera más que destacable por el inefable LaBrie.

Lo que Dream Theater ha logrado en esta ocasión es, quizá, su disco más interesante desde aquel mítico Scenes From a Memory o, si se quiere ya entrados en la nueva era de la banda, desde Train of Thought. El hecho de haber explorado nuevos registros dota a este trabajo de un balance y una armonía que no se hacía presente en entregas anteriores. Lo que nos regalan en este trabajo no es poca cosa, y es que siendo una banda consolidada dentro del metal progresivo pudieron acomodarse en los sonidos que venían haciendo. Es cierto que tampoco hay una transformación radical, pero las melodías que encontramos en The Best of Times nos hacen pensar que, talvez, de alguna manera hay un ánimo por reinventarse; no es casualidad que esto haya devenido en el mejor solo en la carrera de Petrucci.

En muchos casos los discos de Dream Theater se reducen a un conjunto de buenas canciones y otras más bien extrañas que terminan por desentonar. La virtud de Black Clouds & Silver Linings es precisamente que han encontrado un balance que, dadas las condiciones históricas de la banda, parecía imposible. A título personal, agradezco que desaparecieran los intentos por sonar como Muse (el punto débil en Octavarium) o a Metallica (la debilidad de Systematic Chaos), aunque esto es una apreciación meramente subjetiva. Lo condenable - y esto no puede pasarse por alto - son las letras.

¿Acaso este trabajo está a la altura de Images and Words? El tiempo dirá, pero lo más probable es que éste sea el punto más elevado de todo el trayecto que Dream Theater ha venido recorriendo desde la última década.

9.5/10

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miércoles, 24 de junio de 2009

The Mars Volta - Octahedron (2009)



“But my heart it asks, just one more time…
Are you still a mess?”
A menos de año y medio de haberse publicado su cuarto disco de estudio, The Mars Volta grabó en menos de un mes su quinto disco de larga duración: Octahedron. Las cosas que uno se puede imaginar al enterarse que The Mars Volta sacó un disco en relativamente poco tiempo van desde, “es un disco hecho al vapor”, “ha de ser un disco de lados B o de covers”, “no me inspira confianza”. Lo cierto es que en la interminable lucha de las bandas por manejar su catálogo por encima de los fines de lucro de las malvadas compañías discográficas, The Mars Volta ha obtenido con el lanzamiento de Octahedron una importante ventaja sobre su disquera. Y es que, con eso de que se ha puesto de moda que los artistas saquen discos a través de descargas en Internet, o en el tiempo y forma que ellos decidan, The Mars Volta decidió lanzar un disco con material inédito aunque éste rompiera con el proceso “normal” de grabación, producción y promoción de un disco.

La evolución de la industria musical se está dando de una manera tal que dentro de un futuro no muy lejano habrá muy pocos intermediarios entre los músicos y los consumidores de su arte, o sea los fans. Es por eso que ahora vemos a artistas como Nine Inch Nails sacar discos cada 9 meses o menos, en formatos diversos. Y lo mejor, cada vez serán menos los artistas prefabricados para consumo masivo, y los músicos de verdad cada vez tendrán menos personas presionándolos para tomar una dirección musical determinada. Y aunque también esta evolución en la industria tiene repercusiones negativas, que un músico tenga la posibilidad de lucar con su arte en el tiempo y forma que mejor le convenga es algo que no tiene precio. Especialmente porque no habrá disqueras ni productores impuestos por las disqueras entrometiéndose en el proceso creativo de un disco.

El futuro de la música en el nuevo milenio es promisorio, así como lo es la carrera de esta banda. La incertidumbre dejada por The Bedlam in Goliath es disipada con esta nueva entrega de Omar y Cédric, quienes dejan atrás los discos de más de 70 minutos, inecesariamente largos y tortuosos en ocasiones, y las canciones de más de 10 minutos. Y aunque lo anterior podría asustar a los puritanos del progresivo, considero que en el caso de The Mars Volta este cambio sólo ha traído cosas positivas. Y es que, a diferencia de sus tres últimos discos que iban de los 70 a 75 minutos Octahedron dura exactamente 50:03 minutos, es el disco más corto que han sacado de hecho. Calidad sobre cantidad es la apuesta de Omar en esta entrega, no hay canciones de relleno o de las cuales se podría prescindir, tampoco hay secciones instrumentales prolongadas dentro de las canciones, así que no esperen escuchar otra “Cassandra Gemini” u otra “Tetragrammaton”.

Algo contrastante en el nuevo disco con su referencia inmediata, The Bedlam in Goliath, el disco anterior, es lo melódico y calmado que puede llegar a ser Octahedron en más de una ocasión. Y es que, como recordarán, su disco anterior estaba lleno de estruendosas cacofonías, guitarras sumamente distorsionadas, y una larga lista de instrumentos musicales que fueron utilizados para el anterior disco; todos estos elementos yuxtapuestos dentro de las canciones de manera tal que había prácticamente pocos momentos tranquilos dentro de The Bedlam in Goliath.

La canción encargada de abrir el disco es la melancólicamente sublime “Since We've Been Wrong”, canción que tarda minuto y medio en empezar, y lo hace con una guitarra acústica acompañanda de la voz de Cédric. Ésta canción es lo más cercano que tiene The Mars Volta a una canción de amor, y debe ser una de las pocas donde las letras tienen sentido sin tener que recurrir a sustancias enervantes para alcanzar a comprender lo que las letras dicen. Corta pero efectiva, la canción se desarrolla de una manera preciosa y evoca nostalgia y melancolía en el escucha.

Teflon” es la segunda canción del disco, canción con el sello característico de la casa, y que tiene una dinámica distinta a la de la canción anterior. Una canción arquetípica de The Mars Volta, cambios de ritmo repentinos, letras sin mucha coherencia, y los falsetos característicos de Cédric. “Halo of Nembutals” es una de esas canciones donde Cédric nos presume su excelente uso del diccionario con términos como: "vermin", "sloth", ringworms", "necrophiliacs", "carcinogen", y "palindromes" entre otros. Como es ya característico en el sonido de la banda, la voz de Cédric toma un rol fundamental en esta canción, y en sí todo el disco tiene bastantes influenzas de Soul, adaptando por supuesto, estas influencias a la peculiar voz del mexico-americano.

La cuarta canción del disco es “With Twilight as My Guide” que es nuevamente una canción calmada, con letras sombrías y confusas. Sin temor a equivocarme ésta es una de las mejores composiciones de Omar, y una de las mejores interpretaciones de Cédric que durante la canción hace gala de su voz. La transición entre “With Twilight as My Guide” y “Cotopaxi” es casi imperceptible, sin embargo la canción es diametralmente opuesta a su predecesora; de hecho es muy parecida a “Wax Simulacra” ya que ambas son canciones cortas pero muy pesadas, rápidas, en momentos agresivas y de las mejores canciones en sus respectivos discos.

La antepenúltima canción del disco es “Desperate Graves”, otra canción impresionante, impecable, y con un estribillo memorable. Para este punto uno no se explica cómo es posible que el disco esté por terminar y todas las canciones son tan buenas, y ésta es a mi gusto la mejor. Además, como todo el disco, esta canción tiene un “mood” bastante roquero, no por nada no hay instrumentos de viento en el disco. Otra canción calmada es la encargada de seguir después de “Desperate Graves”, se trata de “Copernicus”. Otra balada de desamor, y nuevamente una rola más bien calmadota que nuevamente prueba que Omar lo mismo puede conjuntar cacofonías, diversos instrumentos y melodías dentro de una canción que crear atmósferas sosegadas. Incluso los efectos hechos con sintetizadores al final de la canción son bienvenidos, pero no más que la letra de la canción, es bueno ver que Cédric ya no sólo escribe canciones sobre sus visiones provocadas por sus “viajes”.

Para cerrar el disco no podía ser otra que “Luciforms”, canción con un feeling bluesero/rockero, con un órgano a la Yes, y con una línea de bajo magistral, y uno de los mejores coros que le he escuchado a “The Mars Volta”. Es una delicia esta canción, excelente para cerrar el disco, y que te deja con ganas de volver a escucharla una y otra vez. Y es que no es para menos, la canción y el disco son perfectos de principio a fin, no logro encontrarle algún defecto, ni algo que no me guste de este disco, ni mucho menos de “Luciforms”.

Considero que la apuesta de Omar creó un disco perfecto, melódico y bello en el resultado final. También cabe mencionar que no hay tracks débiles, y en ningún momento se hace tedioso el disco, algo que le criticábamos tanto a “The Mars Volta” en entregas anteriores. El mejor trabajo de la banda después de su aclamado primer disco, y favorito para convertirse en un clásico de esta ya, legendaria banda.
No me gusta dar calificaciones máximas, pero este disco para mí lo amerita, por eso le doy 5 estrellas de 5 posibles.

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lunes, 8 de junio de 2009

Metallica en el Foro Sol

Fotos de: (Flickr)
Metallica ha sido una banda que ha marcado generaciones enteras, durante más de veinte años su música ha llegado a innumerables personas, de diversas edades, grupos étnicos y nacionalidades. Durante los ochentas fueron el máximo exponente de la música que se oponía al pop y a la industria musical. Su música creó un paradigma en el metal, y rompió con muchos paradigmas de las bandas “pesadas” de los ochentas. Y aunque, al fin humanos, no son perfectos y han cometido muchos errores a lo largo de su carrera (demandar a los usuarios de Napster, o el "Black Album" entre otros); han logrado superar todas las adversidades, incluso las que ellos mismos se han puesto, para convertirse en una de las bandas legendarias de la historia musical.
Por ésas, y muchas razones más, no es de extrañarse que en su concierto del sábado, al que asistí, se vieran familias enteras, señores con sus hijos, metaleros de 40 a 50 años, y ni hablar de los hijos de papi con sus playeritas Abercrombie y las fresas que sólo se sabían “Nothing Else Matters”. Por un lado es admirable la diversidad de fanáticos, en su mayoría señores que de jóvenes fueron marcados por la música de esta banda, y que crecieron y siguieron con sus vidas, y ahora asisten con sus familias a ver la banda que alguna vez era la quintaesencia de la contracultura del metal. Pero por otro lado es molesto ver que los que ahora son (somos) jóvenes no se puedan ni fumar un churro porque ya los andan regañando, que porque hay niños presentes…
Metallica no es ni ha sido la mejor banda del mundo, pero sí una de las más significativas, por lo que representó su música en los ochentas, y porque con sólo tres álbumes perfectos lograron el estatus de leyendas vivientes.
Llegar al Foro Sol es cada vez más complicado, gracias al “Circuito Bicentenario” (a.k.a. Circuito Interior, Río Churubusco) que está hecho un desmadre. Si a eso le sumamos que el Viaducto está imposible a todas horas, llegar al Foro Sol se ha vuelto una tarea de alto riesgo para los que vamos en carro; y además tenemos que ir dispuestos a que nos roben: en el concierto de Radiohead cobraron $50.00 de estacionamiento y ahora se les hizo fácil cobrar el doble. Pero una vez que te resignas a vivir en el subdesarrollo y sabes vivir con el hecho de que todo mundo te quiere sacar dinero hasta por “decirte cuál es tu lugar”, asistir a conciertos en el Foro Sol siempre es agradable. No sólo por lo impresionante del lugar y su capacidad, sino por el ambiente que se vive, y es que, que una cerveza esté al triple de su valor real no es impedimento para que el mexicano se embriague. Sí, asistir a un concierto en México es ver cómo el punto de equilibrio de las curvas de la oferta y la demanda se mueve siempre a favor de los que ofrecen, e insisto, no queda otra que resignarse.

Cuando al fin pude llegar a mi lugar, ya tocaba una banda que se hace llamar “Resorte”, banda de la que había escuchado como dos canciones en la secundaria y que nunca me interesó. Tampoco me interesan ahora que los vi en vivo. La otra banda abridora fue la infame Avenged Sevenfold, banda que debo admitir me gustaba hasta su último disco, y a pesar que tocaron tres de mis canciones favoritas de ellos: “Unholy Confessions”, “Chapter Four” y “The Beast and the Harlot”, sólo lograron decepcionarme. La voz de Mr. Shadows cada vez suena peor en vivo, y los solos de Synyster Gates no suenan igual en vivo, y de hecho el sonido no les ayudó. Con decirles que el Reverendo que ahora canta, nunca se escuchó ni en las canciones del nuevo disco dónde tiene un rol más importante como vocalista. Para terminar pronto, nada destacable de su presentación.
Después de una larga y aburrida espera, viendo como de la tribuna aventaban cosas a los de general y viceversa, fluidos corporales varios, vasos de papel, y cerveza, y ya con una luna impresionante, salieron al escenario sin mucha espectacularidad los integrantes de la banda: Hetfield, Ulrich, Trujillo y Hammett.

Empezaron tocando “Creeping Death”, canción de su poderoso segundo álbum “Ride the Lightning” y fue tan magistral en vivo como en el disco, pero no divina como en presentaciones en vivo de los ochentas. De hecho eso fue lo que en general me dejó el concierto, son buenos, pero antes eran mejores. Sin duda su vida de “adultos” pudo al fin doblegarlos, eso y la edad. Sin embargo aún tenían la actitud y las ganas de antes, y eso fue lo que para mí rescató el concierto, que al menos hicieran lo que les gusta con la convicción de dar todo de sí. Pero regresando a la interpretación, fue poderosa.
Su segunda canción sería “For Whom the Bell Tolls” también de su segundo disco, de hecho del “Ride the Lightning” tocarían dos canciones más de él, para un total de cuatro. En vivo me encantó, en especial porque los "mosh-pits" ya podían verse en varias partes de “General”, gracias a que por alguna razón todo el concierto dejaron las pinches luces que alumbraban al público prendidas…
Y después de tales descargas de adrenalina con dos obras maestras, sublimes, refinadas y selectas dentro del trash-metal tocarían una aún más pesada, hablo de: “Ride the Lightning”. Una canción que aún se escucha pesada en la actualidad. Imagínense cómo fue en 1984, era algo así como ponerle Opeth a tu abuela. Y qué podía seguir después de tal joya, sólo algo de su mejor disco: “Master of Puppets”, su quinto track de hecho. Fue “Disposable Heroes”, y ya los mosh-pits eran cada vez más grandes. Fue impresionante, y gracias a lo austero, amplio y práctico del escenario se podía ver perfectamente desde donde estaba. El solo de Hammett tuvo mucho sentimiento, aunque menos rápido que antes, fue otra rola poderosa y pesada, de las viejitas pues. Y la gente ya había llegado al paroxismo sólo de ver las primeras cuatro canciones de la noche, y continuaron haciéndolo con “One”. Como ya sabrán la canción empieza tranquilona para después estallar con unos riffs pesadísimos, y en vivo fue grato como la mayoría se la sabía, y eso que no era del Black Album…
Luego vendría una de las nuevas, y una de mis favoritas, que siento será de los clásicos de la banda, “Broken, Beat & Scarred”. Rápida, poderosa, buenas letras y perfecta para la voz del Hetfield de ahora. Ya no raspa la voz al cantar como antes, pero al menos en ésta no se extrañaron sus años dorados.
Lamentablemente las emociones bajarían un poco para mí con una canción de su segundo peor disco, “Reload”. Fue "The Memory Remains", y hasta los mosh-pits se detuvieron, y bueno… para qué le sigo. Y luego siguieron con “Sad but True” y yo mejor me senté a ver a los demás cantarla. No me paré ni para la siguiente canción, un cover de hecho, “Turn The Page”.

Sigo sin entender cuál es la fascinación de Metallica de tocar covers en sus presentaciones en vez de poner material ochentero que siempre es bien recibido. Afortunadamente siguieron con otro rolón de su más reciente disco, “All Nightmare Long” que fue de lo mejor de la noche para mí, y aunque tocaron sólo tres del genial “Death Magnetic” siento que tocaron las indicadas. Porque de hecho, la canción siguiente fue “The Day That Never Comes”, canción de la que he leìdo comparaciones absurdas. Lo cierto es que es una canción más bien calmada que tiene una parte instrumental muy buena y unos riffs chingones para el final de la canción.
Y aunque las emociones en general ya habían bajado, en comparación al trepidante inicio, éstas volvieron a exacerbarse con “Master of Puppets”. Fue increíble verla en vivo, y aunque el señor de a lado y su hijo se me quedaban viendo con cara de espanto yo mejor hice headbang como loco. Y cómo no, ver semejante obra maestra del metal en vivo no es algo que se ve todos los días. Y tocarían la primera canción de su segundo disco, la cuarta de ese disco que tocarían esa noche. “Fight Fire With Fire”, que fue violentísima y que otra vez puso los mosh-pits por toda la zona de General, algunos un tanto grandes, todo espectacularmente decorado con la pirotecnia del show, propia para la canción, que precisamente habla de eso, fuego.
Lo malo es que después de esa canción, no me volvería a emocionar tanto el resto de la noche, esto porque cerraron el setlist principal con dos canciones del lastimero Black Album, “Nothing Else Matters”, y “Enter Sandman”, para regresar al encore y tocar un pedazo de "Suicide & Redemption" y tocar un cover (“The Prince”). A mí me molestó que nos dieran sólo un pedacito de semejante monstruo de diez minutos, y en vez de eso tocaran otro cover.
Pero para beneplácito de los más antiguos seguidores de la banda tocarían los tracks 8 y 9 de su disco debut. “No Remorse” y “Seek & Destroy”. Canciones bastante buenas, aunque me hubiera gustado ver en vivo algún track épico de sus discos que más me gustan como Master of Puppets, …And Justice for All, o Ride the Lightning. Aunque supongo que estuvo bien que cerraran con lo más rápido y pesado de su repertorio. Algo meritorio tocar esas canciones tan veloces en vivo a su edad.
Fue muy buen concierto, a pesar del mexicano y su idiosincrasia, y gracias al buen clima se pudo disfrutar de un sonido perfecto, al menos desde donde yo estaba. No es para nada el mejor concierto de la historia como muchos dicen, pero si aceptable para una banda de las proporciones de Metallica.
Si me preguntan, me quedé con ganas de ver “My Apocalypse” en vivo.

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