lunes, 30 de marzo de 2009

Opeth en el Circo Volador

Primera foto por Pablo Santillana, el resto de las fotos por Germán García.

Con nueve discos de estudio y casi veinte años de carrera musical Opeth tiene obras maestras del progresivo como: The Moor, Master's Apprentices, The Baying of the Hounds, The Grand Conjuration, A Fair Judgement, Bleak, Serenity Painted Death, Face of Melinda, Ending Credits y la multicitada Demon of the Fall, por mencionar sólo algunas. Y sin embargo, en su primer concierto en la ciudad de México no tocaron ninguna de ésas diez —que también son mis favoritas (y en el orden en el que me hubiera gustado escucharlas). Y es que, con el repertorio que tiene Opeth es imposible que toquen lo mejor de su repertorio en una noche, y dejar satisfechos a todos. Sin embargo el punto era ver a Opeth, y realmente, lo que tocaran lo hubieran tocado de manera excelsa y a la perfección como lo hicieron anoche.

Desde varias semanas atrás se sabía que iba ser un lleno el concierto del domingo, por lo que era lógico pensar en una enorme fila de fanáticos esperando ver cómo su Majestad Infernal (a.k.a. Piñata Gonzáles) subiría al escenario. Afortunadamente tengo la mala costumbre de llegar temprano al Circo Volador a hacer fila desde temprano, y a pesar de que ayer llegué al diez para las tres de la tarde ya había una fila que le daba vuelta a la cuadra. Gente sentada jugando ajedrez, revendedores apartando lugares en la fila, en fin. Como a las cuatro me percaté gente cerca de la entrada del Circo, me acerqué, y no era otra cosa que gente escuchando el sound check, tocaban Deliverance, un pedazo alcancé a escuchar, y ya empezaba a emocionarme. Luego los “organizadores” del evento movieron la fila hacia el eje tres. Y gracias a eso nos dio todo el sol de frente por tres horas…

Sin embargo nada de eso importaría cuando pasadas las ocho con cinco de la noche subieran al escenario Åkerfeldt, Åkesson, Méndez, Axenrot y Wiberg y empezaran a tocar Heir Apparent. Canción que me parece sublime, y excelente para abrir un concierto. Muchas veces se escuchan comentarios de gente “conocedora” que dicen que una banda es buena si en vivo suena igual que en sus discos; entonces bajo esa lógica una banda como Opeth que en vivo suena mejor que en sus discos tiene que ser una de las mejores bandas en el planeta. Y lo es. Y qué decir del sonido, todo detalle se escuchaba claro, sin saturación, aún cuando los growls y las paredes de guitarras estremecían al recinto.

La segunda canción de la noche sería Ghost Of Perdition que es la primera canción de su octavo disco, y que además es impresionante en vivo. El growl de Åkerfeldt no se pierde en vivo como sucede con tantas otras bandas de Death Metal, al contrario, el growl toma una fuerza insoslayable en la ejecución de sus canciones, tanto que asusta. Estoy convencido de que si en verdad existiera Satanás o el Diablo hablaría con el growl de Åkerfeldt. La tercera canción de la noche fue Godhead’s Lament que se desprende de mi disco favorito de Opeth, y me agradó mucho ver cómo “Légolas” ejecutó a la perfección la batería que en el disco tocara Martín López, y que el mismo Mikael describió en la reedición de Still Life como: “(he) played like a fucking God”.

Vendría The Leper Affinity del Blackwater Park, y todo sería éxtasis. Gran canción, una canción impactante de hecho. Por momentos me quedaba parado tratando de procesar lo que estaba atestiguando: una de las mejores canciones de una de las mejores bandas, siendo tocada en vivo magistralmente y sin un solo error. Al terminar la canción, Mr. Piñata en su bizarro sentido del humor nos preguntaría si sabemos cantar, realmente estaba introduciendo la siguiente canción: Credence. Buena canción a secas, que dentro de las baladas de Opeth me parece que es de las que tiene menos fuerza, igual la canté como desquiciado, y me dejó un muy buen sabor de boca.

La sexta canción de la noche sería la penúltima canción de su último disco, Hessian Peel que como ya sabrán comienza calmadita, y luego a la mitad se pone pesadísima, y que en vivo me permitió notar detalles que en el disco no. Luego vendría Closure del Damnation, que ya desde Lamentations había notado cómo en vivo es una delicia, y que anoche no fue la excepción. Es el progresivo en toda su majestuosidad, fue perfecta e impresionante. Además, el público se ganaría a la banda coreando la melodía final de la canción. Muchas veces critico al público mexicano por no saber callarse en los momentos calmados de una canción, sin embargo ayer fue espectacular cómo todo el recinto tocó las fibras más sensibles de don Piñata.

A continuación tocarían The Night And The Silent Water, canción sobre el abuelito de Åkerfeldt. (sic) Cuando veía que estaban tocando esta canción en giras recientes me preguntaba qué rol podría tener Wiberg en la canción cuando no hay teclados en la versión original. La respuesta fue muy grata, le dio más cuerpo a la canción. De hecho suena muy diferente en vivo que en la versión original, y es que además de los teclados, el growl de Åkerfeldt suena mucho más maduro y menos chillón que en el disco. E incluso, ¡no se extrañó la guitarra acústica en esta versión! Nuevamente: Opeth en vivo es mejor que en sus discos.

La última canción que tocarían antes de abandonar el escenario por primera ocasión sería The Lotus Eater. Canción que según Åkerfeldt es un clásico al menos para una persona, me pregunto para quién… Fue impresionante, y fue otra canción del nuevo disco a la que le tomé otra mirada.

La banda abandonó el escenario para regresar poco después con una cámara y pedirnos que hiciéramos headbang sin música, quisiera ver cómo quedó en cámara dicho suceso. Y luego nos dedicarían Deliverance, su última canción, y con la que cerrarían un buen concierto. La canción en sí es buena, sin embargo, considero que tienen mejores para cerrar un concierto. Lástima que yo no tengo injerencia en la planeación de los setlists de Opeth. (ja)

Excelente concierto, ejecutado magistralmente, y aunque no tocaron mis canciones favoritas me quedo con un comentario que escuché anoche a la salida del concierto: “¡es Opeth! ¿qué más quieren?”.

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martes, 17 de marzo de 2009

Por un minuto ahí, me perdí a mí mismo...


Fotos tomadas de: Flickr

Pensar que Radiohead es una banda que está de moda es un error, creer que es una banda de culto también lo es. Equipararlos con U2, Madona, Shakira o Iron Maiden —en el sentido de que agotan el boletaje en horas o por el furor que levantan— es un error lógico, y en el que muchas personas caen; por eso, en contra de la voluntad de los mismos integrantes de Radiohead, son íconos de la cultura pop. Sin embargo esta banda trasciende el plano de las megaestrellas —que deben su estatus a la sobreexposición mediática de la que son objeto, o en algunos casos, productos de esta—, distan también de ser una simple banda de culto ya que han trascendido tiempo atrás esa etiqueta al convertirse en la banda más grande que ha pisado la tierra. Y no es por caer en el cliché de todo fan neurótico y atascado —algo que lamentablemente le sobra a esta banda— pero es que en verdad, su grandeza musical, su genialidad para componer, y la calidad así como la energía y sentimiento que imprimen en sus interpretaciones en vivo son únicas.

Por eso su regreso a este país bananero fue algo que tardó mucho, mismo que hizo la espera casi insoportable para algunos. Pero a fin de cuentas, nos perdonaron, y regresaron. (ja)

Así pues, nos dieron dos noches invaluables e inigualables. La primera con un setlist que tuvo cuatro canciones de The Bends, cuatro de Ok Computer, cuatro del Kid A, una del Amnesiac, dos de Hail to the Thief, y su último disco completo. Yo sólo asistí al concierto del lunes, y ésta es mi crónica:

Llegué a eso de las seis al Foro Sol, no había tráfico, y había relativamente poca gente en el inmueble. Hasta eso, me pareció que ni hubo filas para entrar, a lo mejor hubo buena logística, o a lo mejor todos llegaron sobre la hora. El tianguis de mercancía apócrifa no llamaba mucho la atención. Llaveros mal grabados, tazas con imágenes de la banda, algunas fotos ya viejísimas, playeras de todos tipos —aunque en verdad casi todas bastante chafas. Luego adentro, la cerveza cara como siempre, la comida fea y cara, y la mercancía oficial escaseó —supongo que la mayor parte se vendió el domingo—, y ya casi ni había playeras de In Rainbows, sólo de Hail to the Thief.

Los fuertes nubarrones que se veían en el horizonte a eso de las siete de la noche no movieron a los miles de fanáticos que ya ocupaban sus lugares, ni tampoco el fastidioso viento, ni la maldita lluvia. Afortunadamente ni el viento, ni las nubes, ni la lluvia durarían. El Foro Sol lucía algunas partes vacías cuando la banda abridora empezó a tocar, y el mismo movimiento en las gradas de la gente que iba llegando evitaba que se les pudiera prestar mucha atención. Mientras Kraftwerk tocaba yo fui a comprar algo de comer y al baño.

Después de la banda abridora, la espera nuevamente, que parecía interminable, pero al fin salieron Thom, Jonny, Colin, Ed y Phil. El cielo ya estaba despejado, el Foro Sol ya estaba lleno a reventar, y entonces, empezaron a tocar 15 Step. La primera canción de su último disco, canción con un ritmo genial, pegajosa y perfecta abridora de un concierto. La iluminación fue buena a secas, aunque de mi ángulo los tubitos ésos a veces estorbaban. El sonido inmejorable, se escuchaba todo, y ya sin el viento todo era perfección. Apenas un tímido “Hola” por parte de Thom para que después tocaran There There de su sexto disco, y continuarían con la soberbia The National Anthem del Kid A, en esta canción el juego de luces hizo una genial combinación con la canción, y la audiencia comenzó a estremecerse. Luego los ánimos se calmarían con la tranquila All I Need y con la canción homónima de su cuarto disco, Kid A.

Pero entonces vendría algo que pocos esperaban, o al menos no con tanta certeza, tocarían Karma Police. Que dentro de las canciones “choteadas” de la banda, es una de las más —hasta Panic at the Dico le ha hecho un cover a esta canción. Y sin embargo todos la entonamos con la certeza de que era un momento mágico. Un coro de 50 mil personas entonando Karma Police es algo que estremece hasta al más ecuánime. Por un minuto ahí, me perdí a mí mismo…

Y la siguiente canción sería Nude, y entonces sí ya no pude más, fue uno de esos momentos únicos en la vida en los que se es tan feliz que la felicidad no cabe en tu ser, simplemente indescriptible con palabras de cualquier idioma humano. Fue un momento que el sólo recordar te pone las emociones a flor de piel. Fue único, fue mágico, fue la mejor banda del mundo tocando como si mañana fueran a morir.

Las emociones bajarían un poco con las siguientes cuatro canciones, Weird Fishes/Arpeggi, The Gloaming, Talk Show Host, y Videotape. En esta última, algunos hasta se sentaron, sin embargo llegaría You and Whose Army?, una de mis canciones favoritas del Amnesiac, y la gente volvería a elevar sus ánimos; aunque no sería hasta la siguiente canción, Jigsaw Falling Into Place, que éstos volvieran a estallar. Jigsaw Falling Into Place es una de las mejores canciones de la banda, y mi favorita de su último disco. Curiosamente no fue tan coreada por el público, aunque sí la más bailada.

El ritmo frenético seguiría con Idioteque, canción donde el bajo de Colin se escuchó majestuoso. Después vendría Climbing Up The Walls canción de su tercer y hasta ahora mejor disco, mismo de donde se desprende Exit Music (For a Film), que sería la siguiente canción. Y fue también el momento amargo de la noche. La empezaron a tocar, primero esperar a que se callaran los asistentes y se pudiera escuchar el calmado comienzo de la rola. Y después vino el primer coro, y entonces, algo pasó que Thom detuvo la canción. Intentaron volver a tocarla desde el inicio pero nuevamente Thom se detuvo y dijo: “This sucks… ” No terminaron la canción, dejándonos a todos con un mal sabor de boca. Siguieron con Bodysnatchers, gran canción, pero no la pude disfrutar: seguía preguntándome qué había pasado con Exit Music (For a Film).

La banda entonces, abandonó el escenario por primera vez, para regresar cinco o diez minutos después. Y entonces pasó algo que nuevamente llevó a una exaltación extrema de mis sentimientos y pasiones, tocarían How to Disappear Completely. Que junto con Black Star considero MIS canciones de Radiohead. Y es que son poco conocidas o populares pero que representan muchísimo para mí. Es por eso que nuevamente no cupe en mí mismo y por un momento ahí me perdí en mí mismo.

Luego vendría Paranoid Android, que fue de las tres más coreadas de la noche, y en la que me deshice el cuello, y es que no es para menos, es la canción con el riff más chingón de Radiohead. Luego vendría una canción que a mi muy personal punto de vista, no debió estar dentro del encore, se trató de Dollars and Cents, que fue seguida por The Bends que tampoco me vuelve loco, pero al menos sé lo que esta canción representa dentro de la historia de la banda. Y terminarían el primer encore con la canción con la que cerraron el concierto del domingo: Everything In Its Right Place. Y aunque entoné como desquiciado el “Igh-queny, Igh-queny” seguía sintiendo que faltaba algo. Nuevamente Radiohead dejaría el escenario para regresar unos minutos después.

El segundo encore consistió de tres canciones, las primeras dos: Like Spinning Plates y Reckoner. Y seguía sintiendo que algo faltaba, y aunque me gustan ésas dos, sentía que podían tocar House of Cards, o High and Dry, o Fake Plastic Trees, o Bangers + Mash, o Knives Out o A Wolf at The Door, o de perdida que tocaran bien Exit Music (For a Film). Pero no, no tocaron ninguna de ésas…

Después de Reckoner, hubo una breve pausa, y Thom nos diría: “…have a nice life”

Y entonces pasó lo impensable, tocarían Creep. Algo que literalmente nadie se esperaba. Y es que no es para menos, ya que tenían muchísimo de no tocarla en vivo, y porque no parecía que lo fueran a hacer. El griterío no dejaba escuchar bien los primeros acordes de la canción, y luego cuando empezaron los versos, todos entonaron al unísono la canción. Y no es para menos, hasta el fan más elitista y mamón de Radiohead, en el fondo ama tanto la canción como el niño de 12 años que se siente en onda porque escuchó Creep y se sintió identificado con la letra —aunque realmente cualquiera podría, ahí radica su éxito. Y aunque mis emociones no se volvieron a exacerbar, sí me dejó satisfecho, en especial porque era una muestra de agradecimiento de la banda por la espera y la devoción que hay en este país bananero hacia la banda más grande de la historia. Lo malo, es que cuando me pregunte gente ajena a la banda ¿y tocaron creep?, tendré que decir: "ajá".

Los que fueron a los dos conciertos debieron quedar más que satisfechos porque casi no repitieron canciones y porque le dieron buena rotación a su gigantesco repertorio. Es por eso que no culpo a este setlist, me culpo a mí por no haber ido a los dos conciertos, ya que ambos se complementan.

Así se fueron las dos noches de Radiohead en México, y quedó muy en claro que siguen invictos como la mejor banda de la historia.

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